Mi reina
“A lo mejor soy depravada de nacimiento, porque lo que más me excitaba del asunto era pensar: Soy rápida. Mínimo, más que Súperman , carajo. Aunque por muy veloz que fuera, igual tenía el otro pie en el freno” (Diablo Guardián) Violeta es chingona, chingonísima. Adjetivo mexicano tan expresivo que difícilmente se traduce al boliviano como lo que quieras, digamos: mamona, buenaza, buenísima, capa, cabrona, pendejísima. Más o menos. El caso es que Violeta tiene una telaraña. Ella es una joven y guapa –chingona- araña. Un día de esos cae en su salivoso tejido el macho alfa de una tribu en parto colectivo, una tribu en éxtasis revolucionario. Avatar de los Andes. Chingona como ninguna, la araña se embaraza. El rock star de la tribu naciente se hace al k’asa. Mejor. Poco después el niño aparece. Nada que hacer. Haciendo ascos, el macho mira a la criatura que por aquella vieja revancha de los hijos “naturales” es idéntica al padre. Justicia divina. La arañita pide cl