Malos de ayer, malos de hoy
Hace
años vengo trabajando en la revisión histórica del periodo comprendido entre
1978 y 1982. El fin de la dictadura de Hugo Banzer Suárez y particularmente el
año de gobierno de la dictadura de Luis García Meza. Con pelos y señas. Quiero
decir, sé. Y cada que paso por aquellos eventos nefastos que terminaron por
hundir al régimen resulta difícil no pensar en lo que sucede actualmente en el
país, en democracia. No, no te arrebates.
Efectivamente
el carácter criminal de aquella dictadura marca un límite infranqueable que
impediría comparación alguna. Pero esa misma razón ha evitado también señalar
un aspecto fundamental que hoy resulta apremiante: la apropiación del Estado como
bien privado cuyas consecuencias, no te arrebates, han ido diluyendo el límite.
El
asunto fundamental empieza por un quiebre radical: la democracia.
Aquellos
uniformados arrebataron el poder (17 de julio, 1980) después de una elección
democrática (29 de junio, 1980) que dio por vencedor a ese a quien llamaban
“enemigo”, incapaces de aceptar una ideología distinta a la suya, incapaces de
aceptar que el pueblo la había elegido, incapaces de admitir que el país no era
su propiedad y no podían mantener la costumbre de “tutelar” los destinos de la
patria. Aquella menor necesitada de la tutela del patriarca uniformado.
Los
de hoy, esos ciudadanos reunidos por la urgencia histórica de acabar con los
privilegios de aquella oligarquía eternamente dominante, convencidos de la
necesidad de un cambio profundo que nos rencuentre en toda nuestra diversidad,
liderados por quienes finalmente asumían su derecho a disputar el poder y
alcanzarlo, ellos, se lo ganaron a pulso y con creces, ganaron una elección y
dos y tres. Respetaron la democracia. Sin embargo, una década en el gobierno
les ha hecho creer que el Estado les pertenece y, glotones, han devorado para
sí todas las instituciones del Estado garantes de la democracia concentrando
todo el poder, igual que los uniformados de antes. Y como aquellos, ese convencimiento
los ha llevado al fango de la más profunda corrupción. El voto popular les ha
dicho que ya no los quiere y no se quieren ir; todo adversario es el enemigo
más deplorable y todo aquel que informa y opina sobre su gobierno debe ser
silenciado; ellos, entonces, no respetan la libertad ni la democracia, igual
que los uniformados de ayer.
La
apropiación del Estado llevó a Luis García Meza y los suyos a cometer una serie
de actos fraudulentos, contaditos: contrataciones directas, adquisiciones irregulares,
el cobro de un cheque público, compra de vehículos de lujo para la Presidencia,
adquisición de un crédito para sus bolsillos, apropiación de materiales de
construcción, un contrato privado para explotar minerales preciosos del Estado,
y el uso cotidiano de bienes del Estado además de dilapidar dinero público en
regalos y prebendas. Aunque esto último no está claro porque se trataba más
bien de los dólares del narcotráfico al que protegía desde el gobierno. Eran
socios.
El
gobierno de Evo Morales acumula una lista incontable de probados hechos de
corrupción desde Santos Ramírez y YPFB hasta el millonario asalto al Fondo
Indígena, pasando por sobreprecios, elefantes blancos, gastos insulsos, uso de
dinero público en campaña electoral, manejo discrecional de recursos estatales para
asuntos privados como los antojos futbolísticos del Presidente y más, mucho
más.
Sin
embargo el drama es otro: la persecución política a sus detractores encarcelados
sin un debido proceso o liquidados a puro amedrentamiento hasta la muerte, redes
de extorsión, uso de sus huestes con cercos a la democracia, maltrato cotidiano
a la mujer naturalizado en el ejemplo del propio jefe de Estado, asfixia a los
medios de comunicación considerados detractores, amedrentamiento y ahora
persecución a los periodistas, violación sistemática de los derechos humanos
cuyo diminuto botón de muestra es Chaparina y hoy las personas con
discapacidad, hasta llegar al límite que diluye la distancia entre los de ayer
y los de hoy: las muertes en Porvenir, las ejecuciones de un supuesto caso de
terrorismo en el Hotel Las Américas, y el crimen en la alcaldía de El Alto. Todo
esto, sin mencionar el narcotráfico. Ayer como hoy.
De
modo que sí, sacudite, porque el límite se ha quebrado y los malos de ayer
resultan de Alasita. Los de hoy, de película. Y no, el país no está para
chistes, por lo menos hoy.
(Publicado en Página 7 el 20 de junio de 2016)
http://web.paginasiete.bo/opinion/2016/6/20/malos-ayer-malos-100142.html
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