Mi reina
“A
lo mejor soy depravada de nacimiento, porque lo que más me excitaba del asunto
era pensar: Soy rápida. Mínimo, más
que Súperman, carajo. Aunque por muy
veloz que fuera, igual tenía el otro pie en el freno” (Diablo Guardián)
Violeta es chingona, chingonísima.
Adjetivo mexicano tan expresivo que difícilmente se traduce al boliviano como
lo que quieras, digamos: mamona, buenaza, buenísima, capa, cabrona,
pendejísima. Más o menos. El caso es que Violeta tiene una telaraña. Ella es
una joven y guapa –chingona- araña.
Un día de esos cae en su salivoso tejido
el macho alfa de una tribu en parto colectivo, una tribu en éxtasis
revolucionario. Avatar de los Andes.
Chingona como ninguna, la araña se
embaraza. El rock star de la tribu naciente se hace al k’asa. Mejor. Poco después el niño aparece. Nada que hacer.
Haciendo ascos, el macho mira a la criatura que por aquella vieja revancha de
los hijos “naturales” es idéntica al padre. Justicia divina. La arañita pide
clemencia y entonces el padre reconoce al niño. Hay, sin embargo, una condición,
casi un pacto amoroso-político-cabrón: aquí no pasó nada. Amén. Para entonces,
el macho ha ascendido hasta la cima del poder, se siente más galán que nunca,
tiene varios críos desparramados que reclaman su paternidad y queda feo que el jefe
sea un afamado mal padre que anda embarazando mocosas atontadas por el halo
mandamás. Da igual, el jefe desenvaina y ella es ya un araña encueratriz. Ya
van dos, vivitos y coleando. Dos, más uno por su cuenta, tres. Uno, dos, tres
saludables y sonrientes niños. Ella aspira a viuda negra; Violeta es más
pendeja que las arañas. Sus dotes entre las sábabas le abren las puertas del
búnker presidencial y sus alrededores. A su paso van cayendo moscardones. Ha
entendido que los hijos del jefazo le abren puertas y si no, incumple el pacto
de silencio. Chantajea. El jefe la aborrece pero, no te apures, mi rey, ella
tiene algo que ofrecerte.
No está sola. Tiene un padre y un tío
policías. El padre para despistar y el tío como jefe de su propia banda de
rock. Google es genial. La futura viuda negra es una rubia platinada a quien
algunos empresarios, chinos y cochinos, ubicaron como ama de llaves del
paraíso. ¿Quieres audiencia con el
ministro? Primero voy yo y plancho el camino. Antes, 70 mil verdes o nada. Ok. El
ministro dice que sí. Ahora es un par millones o nada. Ok. Finalmente va el tío
y negociamos el contrato por el bien del partido, y del jefe. Violeta salta de
alegría, es la preferida, acumula millones y comparte. Quiere más. Se ha
siliconeado entera, viste, calza y monta millones. Sale en los periódicos y
¡zaz! le cae la maldición. La banda de rock está en peligro de ser descubierta,
y junto con ella todo: los hijos, el jefe, los chinos, los millones, los bienes
y el amante amazónico, íntimo del jefe. No te preocupes, mi reina, todo va
salir bien. Los hijos desaparecen de la lista del colegio, de las invitaciones
bautismales, de los ojos de los vecinos, sino te cae la renta y todos los sapos
del infierno, carajo. Nunca los viste. Los viejos abogados, miembros de la
banda, disimulan, luego fugan acomodándose la corbata. El tercer abogado, ese
que usaron para el show, ingenuo, cae en la trampa. ¡Ups! En el pataleo, la
reina desconfiada sacrificó a la tía. Ni modo. El tío policía está intacto. WhatsApp:
Todo Ok, mi reina. ¿Viste que tenías que aguantar? Esperá un ratito, ya va a
pasar.
(Publicado en Página Siete el 6 de junio de 2016)
http://web.paginasiete.bo/opinion/2016/6/6/reina-98728.html
(Publicado en Página Siete el 6 de junio de 2016)
http://web.paginasiete.bo/opinion/2016/6/6/reina-98728.html
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