Feliz cumpleaños Presidente





Augusto Pinochet y Evo Morales no podrían compartir ciertamente nada de nada. Salvo un par de libros.


El 26 de octubre pasado, Evo Morales Ayma cumplió 49 años. Álvaro García Linera, su vicepresidente y “maestro” -a decir del propio Evo-, un ávido lector que conserva la traza de profesor universitario (salvo la marca y el precio de sus trajes de lana de alpaca) y ostenta más de 5.000 títulos como sus únicos bienes, le regaló un nuevo libro: El arte de la guerra de Sun Tzu, un general chino que vivió alrededor del siglo V antes de Cristo y de cuyo texto se dice que es el mejor libro de estrategia de todos los tiempos. Inspiró a Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung y otros tipos importantes en las artes de la conquista.

Dicen que Juan Evo no es muy afecto a la lectura. En todo caso, con tanto despelote y la vida presidencial a cien por hora, a lo sumo tendrá los minutos suficientes para una breve reseña del maestro García Linera. Finalmente, este gobierno da la impresión de funcionar en una especie de fast food de ideología política. Simple –la complejidad hecha consigna-, directa y rápida, muy rápida.

Siendo así, me es inevitable imaginar aquella escena que cuenta el día que Augusto Pinochet, viejo, enfermo y en franca decadencia, entró en su biblioteca para mirar resignado cómo los peritos bibliográficos de la democracia hurgaban sus libros, perforando su reino, para saber no sólo quién pagó la factura -obvio- sino a cuánto ascendía el desfalco a las arcas del Estado por concepto de libros por parte del ex presidente de facto. Merodeaba el viejo Pinochet, que ayudado por un bastón había llegado hasta la biblioteca de su fundo de Los Boldos de Santo Domingo en la costa central, cuando se le ocurrió hablar. Preguntó por la lupa que pendía del cuello de Berta Inés Concha Enriquez, líder del equipo, diciéndole que él tenía varias de ésas. Se puso a buscar sin éxito, se olvidó lo que buscaba y finalmente decidió marcharse. En la retirada derramó un dato: que a los presidentes les regalan muchas cosas, de preferencia libros, y que él había sido presidente 17 años. Volteó y se fue.

Aún a pesar de la sutileza, todo indica que Pinochet fue un compulsivo comprador de libros. Es más, cuentan que el viejo general convocaba a los libreros al Palacio, que obedientes exponían para él la oferta considerada de su posible agrado y, arrinconados en silencio, esperaban que el dictador escogiese y se marchase sin haber dicho una sola palabra. La factura rezaba Presidencia de la República.

Pachoterías aparte, el asunto es que, a juzgar por los hechos, es evidente que Augusto Pinochet no sólo leyó varios libros sino que los aplicó “aumentado y corregido”.

Por sus libros los conoceréis



Entre los libros del general (que suman alrededor de 55 mil ejemplares cuyo valor aproximado es de 3 millones de dólares) ciertamente figura el que Álvaro escogió para Evo, El arte de la guerra de Sun Tzu, además de muchísimos de los que ostenta nuestro vicepresidente, desde El Príncipe de Maquiavelo, por mencionar el más conocido, pasando por biografías y hazañas de héroes de la patria, historia, teoría marxista, sociología política y las artes de la guerra en todas sus variantes.

¿Por qué Álvaro escogió este libro para el presidente Morales? Porque al Vice le “gusta muchísimo (…). Tiene mucho perfil el presidente Evo de un guerreo cuando hay que serlo, un conciliador cuando hay que acercar partes; en verdad, a este texto de Sun Tzu habría que acompañar otro que le regalé el año pasado, un texto de los tiempos de la colonia de un líder indígena articulador y sumador de fuerzas de la negociación, creo que la suma de ambos es el Presidente: el dialogador y el hombre de firmeza, tal como nos pide Gramsci que debe ser un buen gobernante”.

El Vice aplica a cabalidad la receta y se repite. En una entrevista del año 2005 con el periódico ABC de España (20/12/05) Álvaro dijo: "Los que desestabilizan gobiernos están con nosotros, pero tenemos que ofrecerles resultados... Ahora, el Estado también es fuerza. Hay que saber hacerse amar con las demandas estructurales, pero también hacerse temer con los que se pasen de la raya. Si esto sucede, tendremos la voluntad política de hacernos temer. Eso es el Estado y el que no lo comprende (así) debe dedicarse a escribir novelas".

Álvaro insiste en dos cosas. Que como aconseja Maquiavelo, inspirado por Sun Tzu, el buen gobernante debe traer bajo el brazo el pan, el circo y el garrote. La otra cosa es su desdén por la ficción. El Vice, igual que Pinochet, no sólo no tiene novelas sino que las desaira. Lo de Pinochet es obvio. Cómo podría un dictador tener utopías, cómo podría creer que los sentidos producen realidades y que la ficción, por tanto, es capaz de inventar mundos nuevos. Lo de Álvaro entonces fue penoso, hoy es sólo una ratificación de su fijación con el poder del poder.

Los libros-receta de García Linera son aquellos pilares de la doctrina militar. Será por eso que su relación con Juan Ramón Quintana, ex capitán de ejército, Ministro de la Presidencia, hieve en un mismo lenguaje. Han leído los mismos libros. Y quisieran que Evo también.

Y si los regalos son también una proyección personal, los regalos de Álvaro a Evo reiteran la obsesión vicepresidencial. Esa que mira a Evo como su objeto de estudio, su mejor alumno, su ambición hecha hombre.

Si Evo leyera, seguramente comprendería, él sí, sin mañudería ni mediación alguna, lo que dice Sun Tzu, que “la mejor victoria es vencer sin combatir” y que “ésa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”.

Feliz cumpleaños Presidente.

Comentarios

payorivero ha dicho que…
Hace considerable tiempo que no leo una consideración política tan inteligente. Muchas gracias.
Cecilia Lanza Lobo ha dicho que…
Pablo, agradecida la Maja.

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