Los años maravillosos







La antipolítica
(mi) Historia del modelaje en Bolivia


Un joven amigo me contacta. Es, en verdad, amigo de mi hermano menor. Quiero decir, nos separan casi dos décadas suficientes como para no tener idea de lo que encierra la historia que busca. “Estoy haciendo la historia del modelaje”, me dice, entusiasta. No tengo idea cómo sabe lo que inmediatamente le respondo: “Bueno, has encontrado al Terodáctilo”, le digo. “Por eso mismo”, responde, fresquísimo. Yo tampoco me inmuto.

El amigo Oli quiere hacer la historia del modelaje en Bolivia, en fotografías. Su onda, al parecer, es progre. No me quiere interpretando el papelón de “a la vejez viruela”, posando ridículamente a mis cuarenta y tantos, sino que me quiere laburando en lo que hago hoy. Periodismo.

Así, Oli me devuelve a la prehistoria. Aquella previa a lo que se entiende ahora por modelaje profesional. Porque en 1983, en Cochabamba, el asunto era sobre todo un juego, una pasión. Una casa de locas. Maricones, travestis, locas, pitucas, aprendices de bruja, pucho, marihuana, sexo y rock and roll. Un quilombo maravilloso que años después adquirió aire y pose de empresa “bien”. Para entonces, ya habíamos crecido y ya nos habíamos ido. El encanto había terminado. Sólo quedó el nombre, “La Meson”, y el mito de la mano de su creador, Marcelo Antezana.




(http://autenticomonstruo.wordpress.com)



La Meson. Así, con “e”, se llamaba el deseo, la casa y el grupo de amigos que formamos entradita la democracia, en 1983. Tal vez por eso –la democracia- Marcelo Antezana, ingeniero de vuelo del Lloyd Aéreo Boliviano, tenía las hormonas revueltas y el alma de empresario revoloteando y quería por fin echar a volar su propio sueño: Una empresa de diseño y confección de ropa de cuero. Como buen cochabambino, comenzaba a exportar sus trajes a Alemania. Nunca supe si fue un negocio viable o un amorío alemán ocasional lo que alentó tal cosa. El asunto es que no duro nada. Pero gracias a los alemanes surgió la posibilidad de diseñar más ropa, multiplicar el taller, organizar desfiles, conseguir “modelos” y pasarla bomba.

En honor a la verdad, las mamás y papás de los Terodáctilos ya estaban allí cuando llegamos mi hermano, mi prima y yo. Eran un par de guapas azafatas del Lloyd, amigas de Marcelo. Sólo una sobrevivió a la fiesta con que nacíamos a esa nueva vida. Es más, ella era la dueña de la fiesta, el cherrie de la torta de marihuana. Loca maravillosa, libertina como ella sola.

Como Oli no conoce esta historia, cree que la prehistoria comienza conmigo, Terodáctila Uno. Pero como supongo que a la loca maravillosa de la que hablo no le interesa ser fotografiada, digamos que la tátara tárata abuela soy yo. Porque esa loca se reformó y muchos años después estuvo a punto de ser reconocida por un jovenzuelo que le dijo: “¡Ah… yo te conozco, tú eres la que organizaba esas fiestas buenísimas donde comíamos ‘brownies’!” Ella, arrebatada, respondió mil veces “¿Yo?... Noooo”.

Obviamente, los que nacíamos a los maravillosos años 80 éramos mi hermano, mi prima y yo. Ellos habían comenzado hace rato y algunos estaban ya de salida.





(Aniversario de La Meson, 2006. Los Tiempos. Fotografia Danilo Balderrama. 
Terodáctila Uno y la última generación de modelos, probablemente de la edad del amigo Oli ) 


Lo mío fue en verdad muy aburrido. Como era la menor de todos, sólo sabía de oídas las cosas gruesas. Se olvidaban de mi presencia y cagaban de risa recordando la noche anterior. Máximo me chaché del colegio alguna vez para ir a desayunar con ellos y encontrarlos en la cama entre hombrecitos que se sonrojaban pidiendo disculpas. Tampoco me perdí alguna que otra fiesta con drogas bajo la manga que ni olí. Miré “para que conozcas cuando vayas a Estados Unidos”, dijeron apadrinados. Para colmo, nunca me gustó el alcohol y acabé durmiendo siempre. Mucha cama, eso sí. Yo estaba a contramano, pero estaba.

Mi hermano cupo de maravilla. Asumió su homosexualidad feliz. Mi pobre mamá, con el charme que la caracteriza, intentó sin muchas ganas frenar lo inevitable hasta que se resignó y nos dejó jaranear en paz. Mi prima, morena guapísima, cantante en el Tra-la-lá, arrancaba una brillante carrera marcada en las palmas de sus manos. Cantante, actriz y modelo. La suya fue la única historia que no prosperó. Un día de esos se embarazó y se fue. Mi hermano partió a Paris como diseñador de ropas prematuro, a vivir en paz. Y yo, luego de un paso fugaz por la publicidad y la yerba buena, me topé con Borges y me fui a la universidad.

Muchos años después, superado el trauma intelectual de mi pasado indecoroso en el mundo del modelaje, asumí tal cosa como el inicio de mi autonomía económica, porque entre juerga y juerga ese fue mi primer laburo y mi primer amor. Ahora sí, Oli, podemos comenzar.


Comentarios

Eduardo Céspedes ha dicho que…
Hit... Que post muy didáctico aunque lleva mucho tiempo en línea no pierde su importancia. . Saludos cordiales

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