Un alcalde enamorado
Un
hombre enamorado es un poco hembra. Maravilla. Porque a un hombre enamorado se
le chorrean los pantalones que la cultura le ha impuesto al mundo masculino
encargado dizqué de los asuntos de la razón, ciertamente serios e importantes (política,
economía, gobernanza…). El mundo femenino, ya saben, lleva por encargo aquellos
asuntos tan venidos a menos, propios de las revistas del corazón: la cama
(digamos los afectos), el rancho (digamos la economía doméstica, la casa, la
salud, la educación, la vida cotidiana), y la cultura o el arte, esas nimiedades
que el mundo macho subestima (la literatura por ejemplo, como cree el Vicepresidente).
De ahí que como hablar de amores es, dizqué, cosa de mujeres, el hombre en-amorado
pase a territorio femenino y finalmente se ocupe de lo verdaderamente
importante: la cama, el rancho y la cultura.
En
La Paz tenemos suerte: nuestro alcalde está enamorado. Pero suele suceder que
los enamorados pierden la cabeza, cosa secundaria pues los guía el corazón. El
problema sucede cuando pierden la chaveta.
Todavía
recuerdo a Ronald MacLean enamorado. Sucedió durante su última gestión
municipal, la más disminuida, entre otras cosas porque perdió la chaveta.
Suspendía citas por ver al peluquero: nada era más importante que una cita con
su amada. Ojalá MacLean hubiese aprovechado ese poderoso motor amoroso para
hacer una gestión en-amorada, una ciudad maravillosa. No. Su enamoramiento fue de
ombligo, egoísta con la ciudad. Y fracasó. Enamorarse hasta los huesos es sin duda
hermoso. Si eres el alcalde de una ciudad sigue siendo hermoso. Pero si no
aprovechas ese impulso, te va como a MacLean.
El
alcalde Revilla, enamorado, ha propuesto una ciudad maravillosa, un Puma Katari
que trata a sus ciudadanos “con respeto y amor”, una calle de la felicidad y ha
llenado los jardines de flores. Pero poco a poco, su ñeqe ha menguado y el
alcalde parece más ocupado en construir y sostener una plataforma para su amada
al modo de otro hombre enamorado, el compadre Palenque, que se entregó por
completo a su flor más preciada, Mónica Medina, hasta hacerla alcaldesa. ¿Está
Revilla preparando a su sucesora con miras a aspirar él a la Presidencia?
Como
una ex olvidada, abandonada, está la ciudad. No sólo en la forma sino en el
fondo. Y aunque efectivamente se trate en gran parte de un presupuesto enflaquecido
en casi la mitad además del acoso permanente del gobierno central y sus
gremios, hay cosas que no pasan por el dinero sino por una gestión eficiente,
quisquillosa, contundente, como lo fue hasta hace poco cuando el motor
encendido del Municipio era evidente rumbo a la transformación de la ciudad
maravilla.
Con
el Puma Katari en el corazón salimos a las calles en defensa de nuestro Alcalde
enamorado. Imaginamos entonces proyectos que mejoraran definitivamente, por
ejemplo, el transporte; más allá de la batalla titánica frente a la tiranía de
los sindicatos de minibuses, creímos en medidas elementales como paradas
precisas, taxis censados, seguros, claramente identificables; radio taxis que
den factura; calles transitables donde lo fundamental sea el peatón y no a la
inversa; una nueva norma municipal que preserve la inversión del ciudadano que
cuando adquiere una vivienda con todo el sacrificio del mundo no le construyan
al día siguiente un edificio al lado, sino que hayan espacios suficientes,
amplios, con parqueos seguros, jardines y parques entre una construcción y otra,
que hagan de la ciudad un espacio ameno, limpio y saludable, habitable y ojalá
más hermoso. Ni hablar de las previsiones respecto de la dotación de servicios
básicos para la enorme cantidad de nuevas construcciones y el crecimiento
poblacional. Ni qué decir de las inexistentes normas para la ecoarquitectura,
más urgentes que nunca.
La Paz,
esa briosa ex del Movimiento Sin Miedo, con Sol.bo está como pan que no se
vende; le han crecido lagañas de holgazán a sus calles y veredas destrozadas.
Las flores de antaño se han mudado a la Llajta. La Paz es una ciudad mercado hostigada
por gremios y sindicatos y la tugurización en cualquier esquina lleva ya
demasiados años sin medidas para resolverla sino al revés, el sistema
impositivo municipal premia la precariedad.
Revilla
libró importantes batallas pero ha bajado la guardia y nosotros perdimos la suerte.
Y un amante que descuida a su amada difícilmente logra recuperarla. Aunque quizá
tenga él otro propósito. Lo que se mira, sin embargo, es que Revilla,
enamorado, parece haber tomado su opción y ésta no es La Paz.
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